lunes, 23 de julio de 2012

Fuego, Capitulo 38 ¿suicidio?


La noche llegó con rapidez. Lidia saltó de la cama dejando las sabanas esparcidas por el suelo, se había acostado temprano fingiendo estar todavía enfadada. No le había costado crear la mentira ya que todavía le molestaba tener que pedir ayuda al consejo para poder hacer su misión. Abrió el armario sacando la bolsa donde había metido todo lo necesario. Salió de la habitación cuando sonaron las campanadas del reloj del salón anunciando que eran las tres de la madrugada. Cruzó el pasillo hasta la habitación de Tasia sin hacer el menor ruido. Ya estaban todos dormidos, como ella se esperaba. Se le pasó por la cabeza hacerlo sola,  como siempre había echo hasta ahora. Pero no lo llegó hacer. Ahora eran un equipo  y a pesar suyo , no le desagradaba esa idea. No quería depender de alguien, no después de perder a su madre y a su hermana en un mismo día y verse sola en el mundo, sin embargo, debía admitir que  había empezado a confiar en ellos y que le serían de utilidad más adelante, ella sola no podía con la hechicera.
Quitó las sabanas de un tirón para despertar a Tasia bruscamente pero se encontró con una almohada ¿dónde coño estaba? Tubo su respuesta al escuchar leves pasos a su espalda, sonrió sin volverse sabiendo que quería asustarla.

-vamos renacuaja y no te entretengas más
Tasia se paró en seco enfurruñada ¿Cómo la había pillado? Estaba segura de no haber echó ningún ruido.
-de acuerdo, vamos a por David
-eso te lo dejo a ti- comentó Lidia distraída pensando en lo que le haría falta para crear el portal-pero no tardéis, os espero detrás del gimnasio, desde allí no pueden vernos en la casa,

Tasia asintió y se fue. Lidia hizo lo mismo.
David no se despertó hasta que Tasia se tiró encima de él, le había llamado tres veces y zarandeado también pero no había dado resultado hasta que lo asaltó.
-que coño- masculló David tirándola al suelo de un empujón, se levantó de un salto dispuesto atacar pero lo que vio fue a Tasia mascullando algo incoherente y poniéndose en pie despacio
-ya era hora de que despertaras, vaya sueño profundo que tienes
David, que ya estaba totalmente despierto, se acercó a ella sonriendo.
-la próxima vez que vayas a venir a mi cama estaré despierto, no lo dudes – la sonrisa pícara que esbozó dejaba a las claras el sentido de ese comentario. La ayudó a levantarse y se acercó al armario para ponerse  unos pantalones y una camiseta de manga corta blanca, dormía en ropa interior, un dato que no había pasado desapercibido para Tasia
-Lidia nos está esperando detrás del gimnasio- comentó cambiando de tema y evitando mirar a David como se vestía, andó hacia la ventana y comprobó si se veía algo tras el gimnasio, pero no era ese el caso.

-ya puedes girarte-añadió David a su espalda
Tasia lo hizo y él la besó sin previo aviso.
-creo que podría acostumbrarme a que me despertaras a las tantas de la mañana



Una estrellas de cinco puntas estaba dibujada en el suelo encerrada en un círculo de sal. Ese círculo evitaba que cualquier otra bruja interfiriera en su conjuro, en este caso, la creación de un portal. Lidia agarró su camafeo apretándolo en su mano derecha sin desatárselo del cuello.

-vamos, entrar- les urgió a Tasia y David que miraban silenciosos fuera del circulo.
Ambos obedecieron colocándose junto a  Lidia en el centro de la estrella. Esta cerró los ojos y extendió los brazos al aire con las palmas abiertas. Ya había preparado todo lo necesario, se había cerciorado de que fuera seguro, había usado cada hierva en el orden correcto y en el sitio correcto,ahora, solo faltaba la magia, magia de una bruja. Dio varias respiraciones hondas notando un cosquilleo en los dedos. Los cerró con fuerza clavándose las uñas no muy largas en la piel. Se concentró más y más, olvidándose de todas las cosas que había al su alrededor y se dejó llevar. La estrella se iluminó por entera y dejaron de ver la hierva a sus pies para encontrarse con una luz blanca. Poco a poco esa luz fue mostrando formas, objetos  e imágenes. Cuando Lidia bajó los brazos ellos cayeron hacía dentro.


***


Érica abrió los ojos de repente. Se incorporó de la cama apretando las manos en su estómago.

-¡abuelaaa!-su gritó salió de lo más hondo de su miedo
La habitación no tardó en llenarse de gente. El primero, Marcus, que tan solo llevaba unos pantalones de pijama. Acostumbrado como estaba para la acción saltó como un resorte al escuchar el grito. Daniel  tardó algo más pero ya estaba detrás  de él viendo que ocurría. Su abuela llegó en ese momento pasando por encima del entrenado y su sobrino, Alaya venía a su retaguardia. Elisa se sentó en la cama agarrando las manos de su nieta, entendía que le había sucedido, ella misma había tenido visiones de todo tipo. Érica murmuraba cosas incoherentes abrazándose a si misma. Empezó a llorar.

-se han ido-dijo simplemente como respuesta a las miradas interrogativas de los demás
No hicieron falta más palabras, todos sabían a que se refería y quienes faltaban en ese momento en la habitación.


***


Elena tumbada en una hamaca miraba las estrellas que se dibujaban en el cielo. Manoseaba una daga pasándola de mano en mano. Estaba tremendamente aburrida. Le pasó por la cabeza que no le vendría mal un buen acompañante esa noche, como había estado haciendo Sergio, pero él ya no podía ayudarla en ese sentido. Sonrió ante la idea. Se desperezó saltando fuera de la hamaca. Tenía mejores formas de entretenerse. La noche en una ciudad daba para mucho.Guardó el cuchillo en la parte trasera de su pantalón y caminó fuera del jardín con cuidado para no mancharse sus zapatos de tacón  con la arena. Un perro se cruzó en su camino, era pequeño y ladraba, o más bien, gemía por el mordisco que tenía en un costado. Elena había visto como un perro el doble de grande que él y con unos dientes bastantes más afilados lo cogía y casi lo mata. El perro  se acercó a ella pidiendo ayuda, pero esta le respondió dándole una patada y alejándolo de su lado.

-asqueroso chucho- masculló escuchando los gritos del animal
Chasqueó los dedos y desapareció del lugar justo cuando la familia dueña de la casa salía para ver a que se debían los ladridos del perro. Apareció en lo alto de un edificio donde se veía toda la ciudad, no estaban mal las vistas. Se sentó en el borde viendo la caída de más de  cuarenta plantas.
 A tan solo unos pasos de ella, un hombre de aspecto demacrado que sujetaba una botella de whiski en las manos la miraba boquiabierto. También estaba situado al filo del tejado, de pie, decidiéndose en saltar o no. “Un buen espectáculo” pensó divertida echando los brazos hacía atrás para apoyarse en el suelo. El hombre no apartaba la mirada de ella. Estaba asustado.

-¿cómo has llegado hasta aquí?-preguntó el hombre borracho luchando para mantener el equilibrio-¿eres la muerte?
Elena sonrió satisfecha ante ese comentario, nunca la habían confundida con la muerte, pero no le molestaba la comparación, al contrario.

-puede ser-comentó -¿vas a saltar?-y miró hacía abajo observando como los coches pasaban rápidamente por la carretera y desaparecían de su vista. Elena silbó- es un buena caída
Pasaron varios minutos sin que el hombre se decidiera a moverse.
-entonces ¿qué?¿saltas?- empezaba a impacientarse de que el hombre no hiciera nada
-no lo se, mi mujer me ha abandonado por otro después de veinte años de matrimonio, mi hija me desprecia, llevo más de un año en paro y el casero amenaza con echarme del piso -empezó a llorar bebiendo otro trago de la botella
Elena se teletransportó justo detrás de él.
-salta- le susurró al oído con voz suave y engañosa  como la de una sirena- salta y todo se acabará
El hombre tembló visiblemente pero negó con la cabeza.
-no, puedo solucionarlo,-dijo con un arrebato de fuerza pensando en la imagen de su hija de quince años, no podía abandonarla
Elena puso los ojos en blanco de nuevo aburrida. Estos humanos no servían para nada, pensó frustrada porque le habían arruinado la diversión. Suspiró poniendo los manos en los hombros de él y bajándolas por el pecho. Él intentó girar la cara hacia ella, pero Elena no se lo permitió.
-¿seguro?
No contestó y ella decidió por él. Lo empujó. Uno, dos, tres, poom, Ni cuatro segundos  en caer desde un edificio de cuarenta pisos. Vio el alboroto que se estaba formando  abajo, gritos, ambulancias, policías. Desapareció en busca de más diversión, allí ya no había nada que la pudiera entretener.


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